Inflación, el estilo de vida de Argentina

Por Jonathan Kandell, para The New York Times, traducción propia. Se reproduce el artículo

La inflación en Argentina ha superado el 80 por ciento en los últimos 12 meses, y los economistas esperan que supere el 100 por ciento. Esta no es una novedad en un país afectado por la inflación crónica desde tiempos inmemoriales. Un artículo ahora cuesta 20 veces más que hace unos años.

Economistas, empresarios y líderes sindicales creen que eventualmente la burbuja estallará. Ante huelgas crecientes, ausentismo y costos en aumento, los fabricantes están reduciendo la producción. Las escaseces son ya rampantes en la industria y se están volviendo comunes para los productos de uso doméstico.

¿Cómo se las arreglan las personas con precios que suben astronómicamente? Tal vez parte de la respuesta radica en que los argentinos han aprendido a no confundir su moneda de papel con la riqueza.

Es cierto que la clase trabajadora responde a fuertes aumentos en los costos de vida con tremendas demandas salariales. Los sindicatos y organizaciones empresariales están negociando aumentos que el Gobierno espera que promedien “solo” el 40 por ciento. Algunos sindicatos ya han exigido y obtenido aumentos de más del 100 por ciento.

Estas demandas se hacen porque los trabajadores de cuello azul no tienen el capital disponible que tienen la clase media y los ricos para convertirlo en inversiones que tengan más valor que la moneda de papel.

Sueldos y sindicatos frente a la inflación

Los sindicatos más grandes también han establecido un intrincado sistema de beneficios sociales. Los Trabajadores Metalúrgicos, un sindicato de 270,000 miembros, recientemente inauguraron un hotel gemelo de 18 pisos en Mar del Plata, el popular balneario atlántico. Cobra a los miembros no más de un par de dólares al día.

Otros sindicatos han construido hoteles en las colinas de la provincia de Córdoba, a unos 800 kilómetros al noroeste de Buenos Aires, o en San Carlos de Bariloche, la estación de montaña de estilo suizo a unos 1.100 kilómetros al suroeste de la capital.

Más cerca de Buenos Aires, los sindicatos se han unido a personas adineradas para construir clubes en Tigre, el delta fangoso que los residentes de la capital prefieren como respiro de las llanuras planas y monótonas.

Los sindicatos también han intentado proteger a sus miembros de la inflación de otras maneras, mayores y menores. En todo el país hay farmacias que venden medicamentos con descuento a los clientes que pueden mostrar tarjetas sindicales. Los sindicatos más grandes gestionan sus propios hospitales y clínicas y tienen empleados médicos. Algunos sindicatos ofrecen viviendas a largo plazo y con facilidades de crédito. La verdadera ingeniosidad para estirar un frágil peso es dominio de los más acomodados.

Los vivos de siempre

El presidente advirtió una vez a sus seguidores que tuvieran cuidado con “Los vivos de siempre”, una expresión que, traducida aproximadamente, significa estafadores perennes, personas que se enorgullecen de obtener algo a cambio de nada. Hoy en día, con la inflación fuera de control, hay estafadores en todas partes en una sociedad donde siempre han capturado la imaginación.

Entre la población en general existe una tendencia a invertir en bienes duraderos que están en alta demanda, siendo los automóviles lo más destacado. En un esfuerzo por atender a la clase media, el Gobierno ha impuesto estrictos controles de precios a los fabricantes de automóviles en los últimos dos años.

Debido a los crecientes costos, la industria afirma una pérdida de 150 millones de dólares solo el año pasado. La demanda es tan grande que las listas de espera se extienden desde varios meses hasta dos años. La escasez ha llegado al punto de que un modelo usado cuesta tanto como el precio oficial de uno nuevo.

No pasó mucho tiempo para que los estafadores se dieran cuenta de que podían hacer una fortuna, así que se pusieron en las listas de espera meses atrás. Ahora anuncian en los periódicos precios de 2.000 a 4.000 dólares por encima de los precios oficiales.

Los bienes raíces han sido otro campo lucrativo debido al auge de la construcción. El estafador inmobiliario se propone construir un edificio de apartamentos, obteniendo de sus clientes el usual 25 por ciento de anticipo por apartamento. Unos meses después, la construcción se detiene y declara la bancarrota. Después de largos procesos judiciales, ofrece reembolsar a sus clientes, pero ha pasado un año y la inflación ha erosionado las deudas.

Vender o Empezar de Nuevo

Por otro lado, el valor del terreno y la construcción sin terminar ha aumentado dramáticamente. El constructor puede vender a otra empresa de construcción con gran beneficio o formar una nueva corporación y continuar con el respaldo de nuevos clientes.

Viajar sigue siendo una bonanza para miles ansiosos por vencer la inflación. Los extranjeros pueden impresionarse por la cantidad de argentinos que viajan, pero la mayoría lo hace de forma gratuita o incluso con beneficios.

En otro gesto hacia la clase media, el Gobierno ofreció vender dólares a los viajeros al tipo de cambio oficial. Debido a que el peso está sobrevalorado, existe un mercado negro desenfrenado que ha llevado la tasa a a más pesos por dólar.

Un viajero tiene derecho a 600 dólares o a un viaje de 20 días al extranjero. Los argentinos frugales ahorran en gastos de viaje y cambian sus dólares extras en el mercado negro cuando regresan, para al menos empatar. Además, compran sus boletos de avión en un plan de pago a dos años. Las tasas de interés varían pero con la inflación, el costo real disminuye mes a mes.

Quizás la mayor estrategia está en el negocio de importación, donde empresas sin escrúpulos han aprovechado aún más la diferencia entre el tipo de cambio oficial y el del mercado negro (…).

El sistema monetario no colapsa solo porque no hay suficientes estafadores. La mayoría de las personas de clase media intentan vencer la inflación simplemente gastando dinero tan rápido como pueden, es decir, intercambiándolo por bienes que serán más caros con cada día que pasa. “Lo último que se le ocurriría a una persona es poner su dinero en una caja de ahorros”, admitió un destacado banquero.


Por Jonathan Kandell, Especial para The New York Times 1 de junio de 1975. Referencias a fechas y precios fueron omitidos (fuente). Buscando en en el archivo del diario encontré esta nota. Ojalá Argentina deje de dar vueltas en sus errores y consolide una república democrática con la senda del crecimiento e ingresos dignos para cada habitante, y pleno empleo. El diálogo entre los partidos políticos es clave

 

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