Fuera de foco y eje

Algunos comentarios sobre el derecho, las leyes y la anomia crónica en la República Argentina

La Argentina experimenta serios problemas institucionales y la imposibilidad de canalizar las expectativas de los distintos actores económicos y sociales a través de las instituciones democráticas y republicanas. Mucha gente no cree en la república, en la separación de poderes. Por el contrario, creen que un poder ejecutivo fuerte es necesario para “enfrentar” (nunca mejor usada la palabra) a los poderes “fácticos y concentrados”.

Cierto es, debemos reconocerlo, que hay esquemas de poder, y también amiguismo, que falta competencia, e incentivos.  Y mucha gente tampoco cree en la democracia. Algo de esto también dice Leis, en su libro Testamento de los Años 70s. Estos retorcijones de violencia, cuyo pico se alcanzó en la dictadura militar, su máximo nivel de deterioro y violaciones de derechos humanos, están presentes.

El Estado así aparece como un rehén de las distintas fuerzas y lobbies para imponer sus políticas, una torre a ser colonizada por el poder mismo o por las concesiones que pueden darse a grupos afines. El diálogo y el consenso parecen haber quedado atrás tras acusar de “pusilánime” a De La Rúa, o de la falta de fuerza necesaria para imponer una agenda popular a los poderes de facto que intentó domar el kirchnerismo, “en favor del pueblo” (no puedo agrandar los caracteres de las comillas).

Entonces conviven tensiones y ejes que, a mí entender, pueden opacar las verdaderas soluciones que la Argentina necesita y que solo pueden lograrse tras un tratamiento de años, el largo plazo: la falta de leyes claras, iguales y canales previsibles, de estabilidad, más allá de la opción política que se elija.

Las tensiones de la patria

La tensión centralismo o unitarismo versus federalismo está presente en casi todo país, Argentina no es la excepción. Sectores agrícolas, manufactureros y financieros pujan por cómo se reparte la renta, por el modelo de acumulación. Importación o protección local. Mayor o menor cantidad de normas. El grado de intervención del Estado, mayor o menor regulación. Son opciones políticas válidas, pero creo que el foco es otro.

El problema argentino es no poder resolver esas opciones políticas de un modo civilizado y racional, de no poder canalizar esas expectativas por el sistema político institucional. Todas pueden ser opciones válidas dependiendo del contexto, salvo las que protegen a grupos ya consolidados y establecidos, las que implican una barrera artificial que crea el propio Estado para que no haya competencia y producción. Del capitalismo de amigos, de la relación por sobre el mérito, no hay incentivos.

El pez no sabe lo que es el agua porque siempre ha vivido en ella, decía McLuhan. Pues bien, no sabem0s de otras experiencias, nunca pudimos aprender a canalizar los conflictos por la vía institucional. Una de las peores cosas que tenemos en Argentina es ser el país con más alta inflación del mundo y una moneda que nadie quiere. Esto no solo es trascendental por la falta de acceso a bienes y servicios sino por la imposibilidad de viajar y entender soluciones comparadas.

Me animo a describir algunos problemas de valores de la Argentina y su correlato legal, la anomia y su derivación, la anomia institucional que impide a la ciudadanía argentina disfrutar del valor epistémico de la democracia, de tener unión a la vez que libertad. Las normas que se cumplen dan certeza en el largo plazo, lo que falta en Argentina. Para esto no es necesario tener un sistema de control y sancionatorio, sino sobre todo que la gente crea en ellas, el aspecto interno, diría Hart.

Algunas de estas causas, tal vez, expliquen parte del problema argentino de la abundancia. Un país con un territorio 8 veces mayor que Alemania y con menor población, extremadamente rico en recursos naturales y con una superficie cultivable sin precedentes. Sin guerras recientes (dejando de lado el triste caso de Malvinas, y la dictadura cívico militar) ni conflictos

Algunas causas de la anomia argentina

El problema es que nadie cree ya en la ley, entonces es todo opinable y la democracia es una ficción. Describo lo que pasa. Es así con todo y el tránsito solo es una sinécdoque de la anomia. Esto es un diagnóstico general y obviamente hay excepciones honrosas que van en el sentido contrario, lo difícil de referirse a un país entero. Varía mucho de región en región.

Pero acá puedo reseñar al menos algunos fenómenos que a veces se dan y repiten, con tono descriptivo y con la esperanza de que esto sirva a la reflexión para el cambio.

  1. Derechos sin deberes

Sin que sea una simetría como la de la materia -antimateria (respecto de la que hay dudas), hay un correlato entre derechos y deberes. Por empezar, a todo derecho corresponde un deber, una prestación o abstención de alguien obligado a satisfacer ese derecho. Segundo, hay deberes para con la comunidad y en interés del conjunto, por ejemplo no ensuciar la vereda si se sale con un perro. Todo dicho

 

2. Totalitarismo o fascismo

Hay una tendencia argentina a sobre regular o sobre reglamentar; la ley deviene compleja y opaca. Desconocida y extraña. Pero sobre todo, hay una tendencia a querer meterse en lo del otro, a no respetar la vida ajena. Ese chusmerío con sabor a poco, a evitar ver los propios fracasos, genera un reglamentarismo excesivo, la micro política, la remera no se mancha. Si no podemos entrar a un club de fútbol con la remera de otro club, qué queda al resto.

 

3. Vicios de origen

Esto se relaciona con la legitimidad en el nacimiento de la ley. Tal vez deba ser la principal causa, se percibe como extraña. O peor, idiota. La ley no es fruto de un debate racional en el mejor interés social, sino de política en el mal sentido de la palabra. En un toma y daca sin negociación sino por concesión o por conveniencia propia. Si esto ocurre, nada tiene sentido. Es una ley que no merece respetarse, pensará la población. La crisis de representación política causa estragos.

 

4. Falta de control

Organismos de control son necesarios para que una ley se cumpla. De todo tipo. El control del control. Sin ellos, sean administrativos o judiciales, y con independencia, la cuestión se dificulta. Para esto no solo importa ser sino parecer, la ley debe percibirse como necesaria y que existan mecanismos adonde se pueda cumplir, de un modo rápido y con respeto al debido proceso legal.

 

5. Desigualdad

Hay una capa de desigualdad en la aplicación de la ley. Si una ley no se aplica parejo pasa como con la telaraña que describe el Martín Fierro. Sócrates y Trasímaco. Nada nuevo bajo el sol. La letra importa tanto como su aplicación pareja, para todos. Y que la ley no sea sectorial.  Muchas veces la ley es la misma base de la corrupción, escribió Héctor Mairal. Es necesario hacer leyes justas y que se puedan aplicar de manera pareja.

Tomar la ley en serio es una tarea esencial para construir una república democrática sólida y estable, que dé certeza en el largo plazo para que la economía vuelva a crecer. En tal sentido, el debate puede no ser si más o menos Estado, sino sobre  los propios cimientos de la democracia. Argentina carece de conflictos étnicos, grandes guerras, desastres naturales o amenazas externas (sacando los OVNIs del Uritorco). Es abundante en recursos naturales. Sin embargo, tiene la inflación más alta del mundo. El resultado no es casual.  Vermut con papas fritas y good show, que de nosotros y nosotras depende.

 

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