
En la antigua Mesopotamia, las personas vivían, trabajaban y compartían tiempo con sus familias de una manera sorprendentemente parecida a la actual. También enfrentaban los mismos problemas cotidianos: malos negocios, productos defectuosos y proveedores poco confiables. Y, como hoy, sabían expresar su enojo por escrito.
Una de las tabletas de arcilla halladas en las ruinas de la ciudad de Ur, hoy Tell el-Muqayyar, en el sur de Irak, conserva lo que se considera la primera carta de queja comercial de la historia.
Según el sitio Quartz, hace unos cuatro mil años un hombre llamado Nanni —probablemente un comerciante o artesano— escribió una nota furiosa dirigida a su proveedor, Ea-nasir, un vendedor de cobre. El motivo: los lingotes que había comprado resultaron ser de mala calidad, y el vendedor se negó a devolverle el dinero.
En su mensaje, grabado cuidadosamente en una tableta de arcilla con escritura cuneiforme, Nanni no sólo se queja de la calidad del cobre, sino también del mal trato recibido y del peligro que implicaba viajar por territorio enemigo para intentar recuperar su dinero.
El texto dice:
“¿Cómo me has tratado por ese cobre? Me has quitado mi bolsa de dinero en territorio enemigo; ahora depende de ti devolverme mi dinero en su totalidad. Ten en cuenta que, de ahora en adelante, no aceptaré de ti ningún cobre que no sea de buena calidad. Seleccionaré los lingotes uno por uno en mi propio patio y ejerceré mi derecho al rechazo, porque me has tratado con desprecio”.
Más de cuatro milenios después, la queja de Nanni sigue siendo sorprendentemente actual. Su reclamo refleja conceptos que hoy reconoceríamos como derechos del consumidor: la exigencia de calidad, el pedido de reembolso y la libertad de elegir.
Lo que para Nanni fue una disputa comercial, para la historia terminó siendo el primer registro escrito de un cliente insatisfecho, una muestra de que incluso en las civilizaciones más antiguas el comercio ya requería confianza, ética y responsabilidad.