Los hijos y la propiedad… de sus bienes
La obra de teatro claveles rojos, basada en un hecho real, cuenta la historia de una madre que quiere administrarle los bienes y el dinero a su hija, acusándola de débil mental.
Por Alejandro Marticorena / Julieta Bermúdez *
Entre 1980 y 2020 pasaron cuarenta años. Es mucho tiempo, y en un período así pueden generarse cambios profundos a nivel social y cultural.
Un ejemplo, entre varios posibles, puede ser la (afortunada) toma de conciencia acerca de la violencia de género y las aberraciones del machismo, asuntos sobre los que, en estas cuatro décadas, hubo enormes avances.
Sin embargo, hay problemáticas que parecieran ser, sino eternas, al menos persistentes. Como, por ejemplo, la de la tutela legal sobre derechos y bienes de ciertas personas mayores de edad por parte de sus progenitores.
Historias paralelas
En 1980 transcurre la historia que cuenta la obra teatral “Claveles rojos”, escrita por Luis Agustoni y dirigida por él desde 2011, y que este año –hasta el advenimiento de la cuarentena- había saltado al teatro Metropolitan Sura, donde realizó diez exitosas funciones.
En esa obra se cuenta una historia basada en hechos reales. Liliana Doblas (personaje de ficción) sufre el avasallamiento de una madre que desea quitarle el derecho de administración de sus bienes y de su dinero bajo el pretexto de considerarla “débil mental”. Liliana acude, entonces, a un combativo abogado para que la represente en el litigio legal que se desata ante la negativa de la chica a dejarse sojuzgar por su madre.
Volvamos al presente. Hace apenas unos días se supo que la cantante estadounidense Britney Spears recurrió a un tribunal para reclamar por la libertad de administración de sus bienes que –según una nota del diario La Nación– ascienden a más de 230 millones de dólares.
En 2007 la famosa cantante sufrió una crisis depresiva que incluyó el consumo de alcohol y estupefacientes luego de su divorcio de Kevin Federline. Fue ingresada en un centro de desintoxicación, la custodia de los dos hijos que tuvo el matrimonio fue otorgada al ex marido, y el padre de Britney, Jamie Spears, solicitó y obtuvo por parte del juez el rol de tutor legal durante un período que inicialmente se fijó en un año pero que aún sigue vigente.
Es importante aclarar que la tutela legal de Jamie Spears sobre su hija no se reduce simplemente a manejar su nada desdeñable fortuna. Según la nota ya mencionada, el régimen supone que la cantante “no puede hacer prácticamente nada sin consentimiento”, y que “recibe una suma de 1500 dólares a la semana”.
¿No es paradójico? Britney Spears vive hoy esa realidad siendo que, simultáneamente, tiene millones de fans alrededor del mundo. Según Wikipedia, a los 18 años lanzó un primer álbum -“Baby one more time”- que sería el más vendido en la historia por una solista adolescente, y dos años más tarde conseguiría, con su segundo álbum (“Oops… I did it again”), vender 1,3 millones de copias apenas en su primera semana de lanzamiento.
El mismo artículo de Wikipedia agrega que los especialistas “la acreditaron como la principal fuerza impulsora detrás del renacimiento del pop adolescente a finales de la década de 1990 y la catalogaron como la mejor artista adolescente de todos los tiempos antes de cumplir los 20 años, por lo que la honorificaron con el título de la ‘Princesa del Pop’”, y afirma que “su influencia en la industria es considerada como el punto de inflexión de los grupos y bandas de los años 1990 a la edad dorada de las solistas femeninas del siglo XXI”.
Sin embargo, Britney no puede salir a hacer una compra menor sin el permiso de un tutor legal (su padre) …
Lo justo y la Justicia
¿Hasta qué punto es justo el fallo de un juez en casos como éstos? Ciertamente se podría abrir un debate casi interminable sobre la cuestión. Pero si entendemos a la Justicia como la institución que en el seno de un Estado se ocupa de velar por el cumplimiento de las leyes y de alcanzar una resolución lo más “justa” posible según el litigio del que se trate, lo cierto es que a veces no contempla ciertos aspectos de la realidad y de la vida de las personas.
¿Debería? ¿Podría? Quién sabe. La Justicia es un elevado ideal que impulsa a miles de estudiantes universitarios a elegir la carrera de Derecho, y que está en la base de la motivación de innúmeros abogados y jueces probos para cumplir cada día con su profesión.
Y por ese motivo, la Justicia es, en la práctica, un producto humano. Como tal, imperfecto y perfectible. Razón por la cual muchas veces asistimos a fallos polémicos o discutibles: por eso el sistema legal prevé instancias posteriores (las apelaciones, por ejemplo) para garantizar la posibilidad de que esos eventuales desvíos sean subsanados.
Pero si existe –jurídicamente hablando- la posibilidad de controlar los bienes materiales de una persona que por el motivo que sea es declarada legalmente incapaz (“debilidad mental”, como en Liliana Doblas; inestabilidad psicofísica, como en Britney Spears) ¿existe la posibilidad de controlar el eventual exceso en el aprovechamiento por parte de un familiar si los bienes, como en el caso de la cantante, ascienden a números de nueve cifras en dólares? ¿Hay vuelta atrás una vez que una persona es declarada incapaz de administrar sus bienes? ¿Cuál es el calvario que la persona debe atravesar para recuperar el manejo de lo que es suyo?
La mirada actoral
Más allá de las respuestas a esas preguntas, para las que quizás habría que escribir otra nota y de las que, seguramente, tratadistas del Derecho ya se han ocupado, lo cierto es que -créase o no- varias de las cuestiones esbozadas hasta acá fueron utilizadas en nuestro trabajo actoral a la hora de componer los personajes de la historia que narra “Claveles rojos” y que –reiteramos- está basada en hechos reales.
Ese trabajo de contextualización que debimos realizar cobra especial relevancia en la construcción del personaje de Liliana Doblas. Una mujer simple, indefensa, discriminada y en apariencia frágil, quien sin embargo posee una enorme fuerza de carácter y una no menos férrea dignidad, que la impulsan a buscar la defensa legal que la proteja de la avasallante y egoísta voluntad de una madre que desea anular su autonomía.
¿Qué desafíos supuso construir una Liliana Doblas verosímil, teatralmente dotada de vida y auténtica, de cara a la mirada del público?
A nivel físico, requirió una exigente transformación, tanto en lo corporal como en lo vocal. En el plano del comportamiento, fue necesario un manejo específico de los ritmos, las escuchas y las reacciones. Y desde el punto de vista emocional se abrió una oportunidad para utilizar un abanico muy amplio, combinando fragilidad e inocencia con una gran fortaleza y sencillez. Es un personaje entrañable y muy generoso, que potencia sin dudas el juego actoral si se tiene en cuenta además un elemento clave para la construcción emocional de una Liliana Doblas verosímil: poder identificarse con la sensación de ser prisionera de un sistema que parece detenido, hermético; vivir cautiva dentro de la propia casa, donde todo es familiar y profundamente ajeno a la vez.
Hermanadas por la historia
Simpleza, sencillez, indefensión, apocamiento, timidez y una aparente fragilidad aparecen como los rasgos inequívocos de Liliana Doblas.
Glamour, fama, belleza, sensualidad, influencia, energía y extroversión parecen ser los adjetivos precisos para Britney Spears, una cantante que obtuvo el título de “Princesa del pop”, con fans en todo el mundo y que posee casi 26 millones de seguidores en su perfil de Instagram y 2,3 millones en su cuenta de TikTok.
Sin embargo, resulta llamativo que la historia de esas dos mujeres, siendo tan diferentes, posea esto en común: la trascendencia de un tema como el de la tutela legal para la administración de sus bienes por parte de los padres, y la consecuente pérdida de autonomía.
Está bien: Liliana Doblas nunca existió. Es un personaje de ficción y su historia es el eje de “Claveles rojos”. Pero –de nuevo- la obra se basa en hechos reales. Y, por lo tanto, Liliana tiene su “versión real” en una persona que existe y que era considerada “débil mental” nada menos que por su madre, quien por ese motivo quería quitarle la posesión de sus bienes.
Esto nos muestra que, más allá de las épocas (1980 o 2020) y las personas (Britney Spears o Liliana Doblas, ficcional o real) el tema como tal trasciende todo eso y pone sobre el tapete otras cuestiones.
Y queremos colocar en el centro ésta en particular: la privación de nuestra autonomía y de nuestras libertades más elementales a partir de lo que un fallo judicial considera como “justo” o, peor aún… como “normal”. Si bien es verdad que a primera vista no parecen comparables los argumentos que desembocaron en litigios legales –ciertamente parecidos- para Britney o Liliana, no es menos cierto que las magnitudes en los sentimientos de impotencia, frustración y humillación en ambas mujeres seguramente son idénticos.
Por lo demás, como actores no podemos sino sentir una enorme satisfacción al saber que nuestro trabajo en “Claveles rojos” contribuyó a visibilizar temáticas cruciales que nos atraviesan a todos como sociedad y que, lamentablemente, siguen vigentes: la discriminación, los prejuicios, la codicia, el egoísmo, y el desdén ante valores tales como la honradez, la grandeza de espíritu y la aceptación de un otro diferente.
¿Qué es lo realmente “justo”? ¿Qué es lo realmente “normal”? Y más aún: ¿quién está en condiciones de decretarlo? ¿Con qué criterios y objetivos?
Son preguntas esenciales, y son los disparadores que plantea “Claveles rojos”. Resuenan permanentemente a lo largo de la historia de Liliana Doblas y se resignifican fuertemente con el caso de Britney Spears. E, incluso, nos invitan a reflexionar sobre su impacto e influencia en nuestra vida cotidiana.
Quizás ésa sea una de las funciones más elevadas y nobles del arte en general, y del teatro en particular. Si conseguimos generar esa reflexión y colocar la semilla de una evolución en el pensamiento de los espectadores, nuestro trabajo como actores y la obra en general habrán tenido sentido.
Los autores de la nota son actores del elenco de “Claveles rojos”, de Luis Agustoni
Se asume en la sociedad que los padres actúan de padres y no de meros progenitores. Pero no todos los padres son iguales. Me compadezco por los sufrientes, que en esta sociedad pareciera que son los menos, que son casos aislados y extraños, pero en realidad son muchos los casos callados. Cuando al presentar su caso alguien les mire con extrañeza, como si fuese algo insólito, no se queden ahí. A veces cuando la gente no lo vive en carne propia no sabe la magnitud.