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El alcohol al volante, un problema que no solo puede traer un dolor de cabeza

Potenciales Consecuencias legales de conducir bajo los efectos del alcohol

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Quien maneja alcoholizado, se trate del vehículo que se trate, es penalmente responsable por cualquier incidente que se produzca en su consecuencia. Además de ser una contravención, según el código local, puede traer otras consecuencias de índole penal y civil.

Tomarse una copa de más y salir a conducir: una mala idea que cuesta muchas vidas al año. Quien adopta esta conducta no sólo se pone en riesgo a sí mismo, sino también a quienes lo acompañen en su vehículo y a cualquier persona que se le cruce en el camino. Las consecuencias no se limitan a una resaca, sino que es una conducta que proyecta efectos hacia terceros.

El Estado, de hecho, no penaliza tomar en general, ni siquiera emborracharse. Más allá de que esta sea una conducta que debe verse, es algo individual, el alcoholismo tiene un enfoque de salud. Ahora bien, distinto es el caso a la hora de combinar bebidas alcóholicas con conducción. Esto ya tiene un grave impacto jurídico.

La Ley de Tránsito establece en su artículo 48 que queda prohibido “conducir cualquier tipo de vehículos con una alcoholemia superior a 500 miligramos por litro de sangre. Para quienes conduzcan motocicletas o ciclomotores queda prohibido hacerlo con una alcoholemia superior a 200 miligramos por litro de sangre. Para vehículos destinados al transporte de pasajeros de menores y de carga, queda prohibido hacerlo cualquiera sea la concentración por litro de sangre”.

En algunas provincias incluso se estableció el concepto de “tolerancia 0” al alcohol para conductores. Es decir, no se puede tomar ni medio vaso de cerveza antes de manejar. Es que los límites son muy difíciles de establecer y la línea entre una copa de vino y los efectos que produce en las diferentes personas que la consume es muy delgada.

Por qué alcohol no

Entre otros efectos, el alcohol genera una falsa sensación de seguridad: envalentonados por el efecto etílico, muchos pierden el temor a apretar un poco más el acelerador o a saltearse algún semáforo.

Además, altera la percepción, distorsiona los sentidos, disminuye la capacidad de atención y retrasa la reacción: uno se vuelve más lento y difícilmente pueda responder ante la necesidad de una maniobra repentina.

Sobre el tiempo de reacción, pensemos lo que tardamos en ver el obstáculo, entender que se trata de un obstáculo, tomar la decisión, enviar la señal al músculo de que frene, más el retardo mecánico. Entre que vemos el obstáculo y que empezamos a frenar, ya pueden haber pasado valiosos segundos.

Y en un segundo, un auto que circula a 50 km/h recorre unos 15 metros. Y recién ahí, sin frenar, el auto empieza a detenerse! Es decir, a eso se suma la distancia de frenado que vemos en los manuales del auto.

Pero no solo eso: el alcohol no solo genera retardos valiosísimos, también afecta la visión periférica (a los costados) y, muy importante, se perciben con dificultad los tonos rojos, justamente los que prevalecen en los semáforos y las luces de freno de los autos que van delante.

Responsabilidad del conductor

El conductor es penalmente responsable por la muerte o las lesiones que puedan sufrir las personas como consecuencia de que maneje en estado de ebriedad. Incluso, si el daño lo sufren sus acompañantes, aún cuando se trate de familiares o amigos.

Existe numerosa jurisprudencia al respecto. Como el caso que se produjo en General Paz y Avenida San Martín, en CABA: un auto embistió a otro a las 7.30 de la mañana.

El conductor del primero venía a 115 kilómetros por hora (la máxima era 80) con más del triple del alcohol permitido en sangre (1,69 gramos, contra los 0,50 que marca la ley) y, para peor, sin los anteojos que su registro exigía.

En el auto damnificado viajaba una pareja con un hijo de tres años que salió despedido y murió dos horas después en el hospital. ¿La sentencia? Tres años de prisión en suspenso por “homicidio culposo agravado” e inhabilitación para manejar por diez años. Además, debió tomar cursos de educación vial y realizar tareas de utilidad pública.

Durante el juicio, el hombre que produjo el choque pidió perdón a la familia y declaró que el hecho “iba a acompañarlo toda su vida”.

Un dato adicional: el chico que viajaba en el asiento trasero salió despedido porque no viajaba en un dispositivo de seguridad apropiado para su edad (sillita o huevito) y tampoco llevaba cinturón de seguridad. A pesar de que eso fue vital para el fallecimiento del niño, no actuó como atenuante para el conductor en estado de ebriedad.

Muchas veces no vemos el riesgo hasta que no se concreta, esta es tal vez una característica humana. Pero también tenemos la cualidad de poder anticiparnos, de ser inteligentes y corregir el camino.

¿Cuánto cuesta dejar el auto estacionado e ir a buscarlo al día siguiente? Muy poco en comparación con el riesgo enorme para la propia vida de conducir bajo los efectos del alcohol. No solo la sociedad a través de la ley penal lo reclama, sino tus amigos, familia, y a quienes lleves en el auto.

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En colaboración con Walter Duer

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