Las moléculas y la química

Por Alejandro Machado

Si es así, es muy probable que sea un perro lo que estamos viendo. Es altamente “visible” el modo en que la percepción de las formas determina nuestras inferencias sobre las características de lo que vemos.

Forma de tijera: corta.

Forma de interruptor: prende y apaga.

Forma de matafuegos: apaga.

Forma de fósforo: prende.

Y así con todo lo que ya hemos visto una vez o se parece a algo visto. Es sólo percibir su forma y ya estamos infiriendo, con un alto grado de certeza, su función.

De la mano de esos encuentros de DEZ en las redes nos llega un artículo en el que se propone llevar esto a un campo microscópico de la química.

¿Si una molécula se parece a otra, tendrá idéntica función? (¿Será un perro ese perro?)

Y más aún ¿Podremos, con la forma de una molécula, predecir un efecto buscado?

En un trabajo muy fundamentado y abierto a la “reproducción”, base del método científico, unos muchaches se lanzan a un campo de unas moléculas complejas: las proteínas.

Esas moléculas están presentes en casi todas las funciones biológicas que nos mantienen con vida, no sólo constituyen nuestros músculos (si, aun los que no somos musculosos tenemos músculos), también transportan el querido oxígeno para que todo funcione o le mandan un “mail” a nuestro sistema inmune para que esté atento ante una posible invasión, entre otras muchas, muchísimas acciones.

Pues los “muchaches” del artículo se propusieron determinar si un perro, si una “forma de perro” puede ladrarle al virus VIH, y hacerlo sólo con estimaciones geométricas y matemáticas de la forma del supuesto “perro”, nada de experimentos in vitro o in vivo o epidemiología.

Ese es el punto destacable del trabajo: sólo con estimaciones sobre la “forma del perro” intentar determinar si “ladra”.

Y por los resultados que presentan, parece que ladra bastante bien.