Novedades del derecho y las leyes argentinas para el ciudadano

Cómo reconocer información científica de calidad

En este trabajo la autora aborda algunos parámetros para encontrar contenido sobre ciencia que sea valioso, y así poder contribuir al debate en temas relacionados con este campo

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Por Adriana Amado *

Mucho escuchamos hablar de la ciencia desde que se desató la pandemia. Especialistas empezaron a aparecer en las noticias con una frecuencia mayor a la habitual.

Pero medio año después empezamos a ver que, por un lado, ciencia no es verdad inamovible, sino justamente se trata de un conocimiento en movimiento. Y, por otro lado, que no es ciencia todo lo que se hace llamar así en las noticias.

La pandemia encontró a los científicos entre el grupo más confiable, con el doble de confianza que los funcionarios de gobierno, los líderes de los países afectados.

Apenas un poco mejor en el ranking de Edelman Trust Report estaban los medios y los periodistas. Medios y política se apoyaron en la credibilidad de los científicos no solo para salir de la crisis sanitaria, sino también la de credibilidad.

Coincidieron también en elegir el camino para recuperarla durante la pandemia al asociarse a gente que en el imaginario social dedica su vida a descubrir curas para enfermedades mortales. Pero no siempre es fácil distinguir un científico de alguien que anda por ahí dando opiniones sobre la pandemia.

A diario se confunden con matriculados de cualquier especialidad que aparecen hablando de medidas profilácticas o comentando descubrimientos en los que no hay participado.

El periodismo urgido por un testimonio sobre la crisis global entrevista a cualquier persona que pueda asociar a alguna universidad, sin discriminar si hace ciencia, docencia o burocracia.

O llamarlo doctor, como es costumbre argentina para apelar a cualquier ser que ande de delantal o de corbata, sin pedir el título de posgrado que exige la Ley de Educación Superior.[1]

Pero la cantidad de pseudo científicos que circularon por los medios durante la pandemia no se explicaría la cantidad efectiva de personas dedicadas a la ciencia en Argentina. Que es minoría entre la minoría que ingresa a una universidad que es irrestricta en el ingreso, pero restrictivo en la graduación.

Si solo uno de cada tres estudiantes argentinos puede ser considerado egresado, según Alieto Guadagni, de la Universidad de Belgrano,[2] la carrera científica es para unos pocos de ese tercio. El informe de ciencia de la UNESCO[3] registraba en Argentina 983 investigadores cada millón de habitantes en 2007 y 1255 en 2018, que en términos

relativos representan los mismos porcentajes mundiales de investigadores (0,7%) y de patentes (0%) para esos años. Y la misma participación en las publicaciones científicas (0,6%). Igual que Sudáfrica, pero con la mitad de investigadores. En esos años, el mundo aumentó 23% las publicaciones, y África el 60.1%; Irán y los Estados Árabes, 106%; China, 151% y Malasia, 254%. En Argentina seguimos sin llegar al dígito.

 

Investigación científica

En todo el mundo, la investigación es la principal actividad universitaria. Según la encuesta QS Global Academic 2019[4] la investigación lleva el 39% del tiempo académico frente al 30% de las clases.

En el caso de los investigadores, a investigar se dedica el 67% del tiempo y las clases el 15%. Por eso, para evaluar la calidad científica es relevante la institución para la que investiga y las fuentes de financiamiento, como señala Pablo Kreimer, investigador superior de CONICET.

En su libro El científico también es un ser humano,[5] resume la tarea de los investigadores en  “a) Fabricar pruebas y b) Convencer a los otros”.

El punto a) puede ser más compatible con el imaginario del científico trabajando en un laboratorio frente a un microscopio.

Pero el b) es crucial. El conocimiento que aporta a la sociedad se legitima con el reconocimiento de la comunidad científica internacional.

Este gráfico ilustra la dedicación típica del trabajo científico, obviamente puede variar. A qué dedica su tiempo una persona de ciencia, la mayoría es investigación (research). Le sigue la docencia y la gestión.

Dónde consultar si los científicos son científicos

En los últimos años las plataformas digitales ayudaron a sacar la ciencia de los cenáculos científicos. El buscador Google Scholar es una especie de TripAdvisor de la academia, donde la valoración está dada por las veces que un autor es citado en publicaciones científicas.

Cualquiera puede ver las estadísticas de las publicaciones de un autor, con estadística de cuánto fue citado, en dónde y por quién. Por lo pronto, una fuente de consulta para los periodistas para saber si la persona que consulta ha hecho investigación y de qué valor, o si tiene antecedentes en el tema por el que se lo consulta.

Más allá de los antecedentes de las fuentes, cuando un organismo científico anuncia algún desarrollo la forma de verificar su factibilidad es chequear que no sea solo un anuncio:

  1. Que el hallazgo haya sido publicado en una revista de valor.
  2. Que sus autores tengan citas que validen publicaciones previas.

La diferencia entre los varios anuncios de reactivos de diseño argentino que se presentaron en la prensa como una oportunidad de hacer pruebas con el último anuncio de test rápido de la Universidad de Oxford es que estos hicieron el anuncio a partir de la publicación ante la comunidad científica.

Dado que las publicaciones científicas llevan un proceso de revisión por pares que lleva un tiempo, el formato elegido fue una prepublicación, que ofrece información de los autores y estadísticas de difusión que mostraban, por ejemplo, que en los dos primeros días el anuncio había tenido

 

Fuentes para consultar antecedentes científicos

o          Google Scholar https://scholar.google.com

o          Scopus https://www.scopus.com/sources.uri

o          ResearcherID https://login.webofknowledge.com/

o          ORCID https://orcid.org/

o          Conicet https://ri.conicet.gov.ar/

Ciencia y política tienen una relación atravesada por dos tensiones contrapuestas. Para que sus mutuos aportes sean fructíferos, deben tener autonomía.

El Estado necesita los mejores técnicos, para eso necesita asegurarse de que sea la mejor ciencia. Estados Unidos y la Unión Europea lideran la circulación de conocimientos. Silvio Waisbord es un argentino que se desempeña en la George Washington University y fue editor en jefe del prestigioso Journal of Communication, publicación de la International Communication Association.

Desde el conocimiento de los dos mundos (que describe su último libro El imperio de la utopía) dice señala que en Latinoamérica falta producción de conocimiento estamental, porque la universidad argentina que ha licuado las jerarquías propias del sistema de producción de conocimiento:

“En Estados Unidos la ciencia tiene mayor autonomía de la política en términos de financiamiento y de estándares de conocimiento académico, especialmente en las ciencias duras”. A la vez, para los cargos técnicos gubernamentales en temas críticos como economía, salud, o seguridad se priorizan los pergaminos que acrediten desempeño científico a cuestiones políticas.

Desde esa experiencia académica Manuel Castells se sumó en 2020 a la coalición de gobierno española como ministro de Universidades. Su carrera se apoya no solo en 26 libros, 3 doctorados propios y 18 honoris causa.

El Social Science Citation Index, que analiza la cantidad de citas de los científicos en las principales revistas científicas, ubica a Manuel Castells en el puesto 6 del grupo de investigadores más reconocidos del mundo en Ciencias Sociales y el primero en comunicación. Es el único científico iberoamericano entre los más citado, con 261.426 citas entre 2000 y 2017. “Yo no comunicaré, comunicará mi obra[6] dijo en una reunión de ministros.

Esa es la mejor manera de reconocer a un científico. No son sus cargos, no es su pertenencia institucional, sino su obra y el reconocimiento que de ella hacen sus pares, que es más valioso que la autoridad que le confiere una designación ministerial. Mucha de la información imprecisa (sino directamente temeraria) que circuló en la pandemia se hubiera evitado haciendo pasar a los especialistas por este filtro de legitimidad.


* La autora es periodista, investigadora en @WJS_Center Activista cívica en InfoCiudadana y Poder Ciudadano. Se autodefine como librepensadora centrífuga. En Twitter. 

Ilustración de Adriana Canizo

[1] https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2020.10.13.20212035v2.article-metrics

[2] https://www.ox.ac.uk/news/2020-10-15-oxford-scientists-develop-extremely-rapid-diagnostic-test-covid-19

[3] http://sipes.siu.edu.ar/buscar_titulos_form.php

[4] http://repositorio.ub.edu.ar/bitstream/handle/123456789/8768/cea_abril_2019.pdf

[4] https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000265331
Gráficos de investigadores G20 (Unesco) https://en.unesco.org/sites/default/files/usr_1-7_share_gdp_gerd_researchers_publications_es.pdf

[5] http://www.iu.qs.com/academic-survey-responses/

[6] http://www.sigloxxieditores.com.ar/fichaLibro.php?libro=978-987-629-084-5

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