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Gato por liebre

La historia de un abogado y su experiencia satisfactoria al pedir se cumpla la ley, para un traje que compró

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Por J.B.

Hace ya muchos años, allá por el 2009, tuve mi primera experiencia satisfactoria como reclamante de mis derechos de consumidor.

En ese entonces, trabajaba en una prestigiosa firma de abogados, donde la regla era vestir traje y corbata, con escasas excepciones.

Para quien debe usar un traje todos los días del año, la calidad del mismo no es una cuestión menor, debe ser confortable y lucir bien, cualidades que solo tienen los trajes de calidad, y estos son, normalmente, los que tienen composición de telas naturales. En mi caso, siempre opté por la denominada “lana fría”, que no es ni más ni menos que lana pura en un 100%, muy finamente hilada.

En este contexto, y ante la necesidad de renovar mi vestuario, concurrí a una tienda de reconocida marca a los efectos de adquirir un traje. Las condiciones eran fundamentalmente dos, debía ser azul oscuro y de tela 100% lana.

Revisando los trajes disponibles encontré uno a buen precio que reunía todos los requisitos. Revisé la etiqueta interna del saco y decía 100% lana, consulté con el vendedor (que me conocía por ser cliente habitué), quien asintió y reconfirmó que era de lana.

Sin más vueltas realicé la compra y comencé a usarlo. A los primeros usos noté que el traje no tenía la caída que suelen tener los trajes de lana, sino que era más armado y liviano, pero a su vez caluroso.

Un día, luego de sacármelo, revisé el pantalón y la etiqueta interna informaba “70% viscosa – 30% poliéster”, volví a revisar el saco y refería “100% lana”, revisé las telas de ambos con una lupa y la tela era exactamente la misma y mismo color, por lo que había solo dos opciones, o era todo de lana o era todo sintético.

Al día siguiente volví al local a conversar con el vendedor, le informé todo lo que había pasado y mis sospechas, a lo que contestó “te juro y te perjuro que el traje es de lana, quédate tranquilo que el error está en la etiqueta del pantalón…si no fuera así te lo hubiese dicho”.

Ante este dialogo me fui relativamente tranquilo, era cliente habitual, tenía buena relación, por lo que no había elementos concretos que me llevaran a dudar de la palabra del vendedor y responsable del local.

 

Hay más tela para cortar

Sin embargo, los meses fueron pasando, y el verano se fue acercando con su consecuente calor. A más calor, más incomodidad en el uso del traje, típica incomodidad de un traje sintético, asimismo en los lugares de roce, la tela comenzaba a generar “pelotitas”. Ya bastante ofuscado por la situación opté por realizar una prueba concreta, corté un trozo de tela interna de la botamanga y lo expuse al fuego…resultado… una perfecta pelotita de plástico negro (la lana solo hace ceniza y desaparece como si se quemara pelo). Prueba irrefutable, el traje era sintético.

Luego de corroborar fehacientemente que el traje no era de lana, y considerando que el hecho de que lo fuera, era condición de compra, regresé a la tienda.

Expliqué lo sucedido, y manifesté que deseaba el cambio del traje por otro de lana o el reintegro del dinero de la compra, previa devolución del traje. Todas las respuestas a mis pedidos fueron negativas y de mala manera. Hasta hicieron alusión a que no podría devolver un traje con meses de uso, y dijeron literalmente “si te estafaron, también nos estafó el proveedor a nosotros”, cerré el dialogo mencionando que haría el reclamo legal pertinente, a lo que respondieron jocosamente “hace lo que quieras”.

Luego de eso pasaron unos meses más, y yo no podría iniciar el reclamo legal por problemas personales, hasta que un día de esos anormalmente calurosos (y más con un traje sintético), me harté y redacté la denuncia, ingresé a la página del GCBA, cargue todos los datos en Defensa del Consumidor, y cuando marqué “enviar”, me salió rechazado el reclamo. Lo intenté nuevamente y … “rechazado” otra vez.

Ante esta situación, imprimí todo, armé una carpeta, y me dirigí a la Sede Comunal del GCBA más cercana, que estaba en la zona de Tribunales. Allí fui atendido por una recepcionista, a quien le explique la situación y que no podría ingresar el reclamo online.

Luego de eso y de analizar todo, ella respondió “Ud. no puede hacer el reclamo por esta vía porque pasaron más de 6 meses de la compra”.

 

El vicio redhibitorio de la tela

No conforme con esa respuesta, explique nuevamente lo sucedido, y que por ser el mío un reclamo derivado de un vicio oculto (redhibitorio), ese plazo de 6 meses no me era oponible, al menos computando desde la fecha de compra. Toda explicación fue en vano.

Seguidamente me retiré de la Sede Comunal y me dirigí a un ciber café que estaba en la esquina, pagué por acceso a internet (en ese momento no había smartphones como hoy), y revisé la ley y artículos legales sobre vicios redhibitorios en defensa del consumidor. Imprimí lo más relevante y me dirigí nuevamente a la Sede Comunal.

Cuando exhibí todo a la persona que me había atendido, ésta me respondió “…¿sos abogado, no?…” le respondí que sí, a lo que contestó “…voy a llamar a la jefa de audiencias porque no entiendo de términos jurídicos…”.

Pasados unos minutos, se acercó una señora a quien le expliqué todo nuevamente y exhibí la información que respaldaba mi reclamo, pero sólo se limitaba a negar mi derecho de iniciar un proceso de denuncia. Ya bastante desconcertado le pregunté “¿usted es abogada?”, a lo que respondió “…no tengo por qué responder esa pregunta…”, y contesté “…si debe hacerlo, porque estamos discutiendo conceptos jurídicos que usted no comprende…”.

Luego del intercambio confirmó no ser abogada, y me dijo que la única forma de tomar el reclamo era si lo aprobaba el Director de Defensa del Consumidor, que estaba en otro edificio y resultaba ser no solo abogado, sino redactor de la Ley de Defensa del Consumidor.

Inmediatamente me tomé un subte, me apersoné en su oficina, y luego de una espera fui atendido por él, en persona. Discutimos el asunto y me confesó “…el caso no lo tomamos porque no tenemos un laboratorio, en el caso que no llegues a un acuerdo, no hay forma de saber si el traje es de lana o no y muere, pero si lo deseas, te abro una audiencia en la que defiendas tu interés, si no llegas a un acuerdo el reclamo se cae…”. Y así lo hicimos, llegamos a un acuerdo y dio la orden de que se tomara la denuncia y realizara el proceso.

 

El día de la audiencia en defensa del consumidor

El día de la audiencia concurrí con el traje, y asistió un letrado en representación de la contraparte. ¿Qué querés?, me pregunto, a lo que respondí, “…devolver este traje y que me den uno de lana, que es lo que compré…”.

Luego de un debate, cerramos un acuerdo que consistía en que la tienda en una semana me haría un traje de lana pura a medida. Me apersoné en el local con el acuerdo y traje que venía usando, lo devolví y ellos cumplieron estrictamente con la obligación asumida.

Con falencias en el sistema y todo, la experiencia fue realmente gratificante. No es para cualquiera porque el proceso atenta contra la paciencia, pero el obtener el resultado esperado, y con el halo de justicia, realmente fue reconfortante y motivador respecto de la defensa de mis derechos y ulteriores batallas que encaré contra la especulación y viveza comercial.

 

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4 Comentarios
  1. Javier Maffei dice

    Es tal cual en lo referente a la satisfaccion por los resultados obtenidos, peto estos protocolos verdaderamente atentan contra la paciencia, y eso los comerciantes lo saben.

  2. Javier Maffei dice

    Increible Defensa del Consumidor no tenga laboratorio, y no se les caiga la idea de contratar a uno externo, como haria cualquier empresa.

  3. Javier Maffei dice

    Quien escribe la nota tuvo voluntad, firmeza y tiempo para llegar a buen puerto, pero el sistema apunta al desgaste de quien fue estafado.

  4. Javier Maffei dice

    Contra muchos comercios es imposible iniciar nada, por ejemplo las verdulerias gestionadas por inmigrantes de determinado pais limitrofe, que estan en la mas absoluta ilegalidad.

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